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pongamosquehablo

Forever and a night too, hermano.

Como decir, naturalmente, que las visiones superiores sobre la Historia, la civilización o la poesía son pedantería de academia en una realidad multicausal como la nuestra. Como decir, naturalmente, que hay argumentos como procesiones de iglesia: vuelven interminablemente a su punto de partida (lo que demuestra una naturaleza humana pobre, a no ser que se “haga existir lo que no existe”. Un caso por mil logra verdaderamente este portento. Dudo que falten dedos de la mano para contar las cosas que no son reinvención, repetición o plagio, en la historia humana, del pleistoceno para acá). Como asegurar, naturalmente, que una constelación de células neuronales, con infinitas conexiones más allá de lo enumerable, habrán de ser disecadas minuciosamente, una a una, (y junto a ellas el fruto granado de tus mejores lecturas) en un lapso no mayor a siete días, tres metros bajo tierra. Tan natural como asegurar que los míos son acostones intelectuales y las suyas, hermano, ascensiones místicas por vía purgativa y que suyo es el pétalo de la Rosa de los justos y míos tres pesos de menudencias en la historia de la filosofía porque predico, a juicio suyo, fútiles teorías sobre la materia. Tan natural como excluir de su realidad superior, hermano, al 75 por ciento de la población total de Nigeria, por no saber escribir y leer, mientras usted purifica su estrella con encierros y privaciones.

Y es que el hombre, razón de sobra hay para afirmarlo, no es sólo un toolmaking animal, como lo quiso cierto despistado. (Lo contrario es lo conveniente, afirmó diáfanamente Heráclito el Oscuro) Una dialéctica de siglos no se reduce al poder mecánico del cerebro, algo de semen, un dedo pulgar, sangre y en un nivel menos abstracto, con menos imaginación, al dinero. Pero tampoco (burda, contingente, baladí materia, se estará usted repitiendo), a la sintaxis espiritual de un solo individuo.

Tan naturalmente como simplemente decirlo, pues las palabras, oficiosamente putas y proteicas, pueden favorecer a cualquier necio. O, como es su caso, al más espiritual de los poetas.

Jonathan

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