El climainfluye mucho, mi percepción del tiempo es caótica, no siento los días, pero me pesan los meses. Hay un orden ajeno a mí que últimamente se ha desajustado. A ratos ando cojo de los minutos y me saltan manecillas de reloj como balas a la cara. Esto dura hasta que el cu-cu apostólico de El expiatorio me reafirma mi posición en el mundo, para ver en primera fila y con palomitas, la hermosa ecuación del cosmos que late en el desfile de hormigas, en la suavidad de su cabello o en la armonía desarticulada de la lluvia. Por fin... llega la calma.
Después el sudor derrite las horas y las malas noticias, que van desde un infarto a tu segundo padre hasta los agujeros metafísicos de tus bolsillos que hacen desaparecer tus monedas, le dan al tiempo el valor que tiene la risa accidental de un niño o el ladrido del perro de la esquina a cualquier desconocido.
¿Qué importa el tiempo?, ¿Qué importa que nos movamos sin darnos cuenta?, ¿Qué importa que la inmovilidad no exista?, ¿Qué importa que todo sea relativo y no haya nada inmutable?, ¿Qué importa que no podamos precisar los bordes del movimiento, las relaciones constriñes entre los eventos?, ¿Qué importa pues, que tengamos que conformarnos con el verbo intuir?
1 comentario
mine -
Mi tiempo en cambio se va tomando de los hilos de lo que será dentro de un tiempo más, de lo que mis dedos puedan precisar, de lo que mi pulso pueda durar.