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pongamosquehablo

No he de regresarte tus abrazos, tus besos sobre mis ojos, tu cansancio sobre mi hombro. No recogeré tampoco mis risas dejadas allí, entre la cocina, en los recovecos del sillón, en el polvo del refri. De ninguna manera aceptaré de regreso mis ansias, mi amor desbordado por las paredes y ventanas de esa casa al pie del estadio, que juntos construimos de alguna forma. No mujer, casi nada nos pertenece. En el juego del amor nace algo, que no es tù ni yo; una suerte de hijo, de objeto etéreo, de obra de arte. Y ese hijo, ese objeto etéreo, esa obra de arte es a la que le pertenece todo. Porque cuando estábamos tù y yo, nos alejábamos de nosotros mismos, y nos convertíamos en ese algo. Y de él es todo. Es regla de los amantes perderse a si mismos para encontrarse en el otro.

Ni un beso estuvo de más, ni uno de menos. El amor dura lo que debe durar, vive mientras es posible que viva. Cuando las partes comienzan a ver con repulsión a ese tercer elemento. Cuando parece que ese algo , ya asfixia, o no llena y surge la tentación por otra persona, por otros proyectos. Ese hijo, ese objeto etéreo, esa obra de arte, entiende y prepara su partida. No le es fácil empacar, le duele porque sabe que de ese viaje no regresará, y allí está, guardando todo: los besos, los lugares, las peleas, los sueños, los vicios, los refugios, la comida, los excesos. Y todo cabe en su maleta, porque todo es suyo. Acaba de hacer su equipaje y llora, porque bien sabe que es su último viaje, sabe que no hay boleto para regresar. Ahora sentado sobre la cama lo veo claramente, allí está ese algo, ese hijo, ese objeto etéreo, esa obra de arte, parado de espaldas a contraluz, bajo el vano de la puerta, con su maleta en la mano derecha, su mejor saco y a punto de dar el primer paso para tomar el tren


Cid, con sentimientos y versos de puberto.

1 comentario

Víctor -

Bienvenida la poesía, bienvenido el dolor que nos hace hombres.