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pongamosquehablo

Estrategias para el crudo invierno que se avecina


Tener cerca un hombro de mujer donde reposar la cabeza para calentar barbilla y orejas.

Una que otra caricia ocasional pero de siempre, que frote la piel y contagie calor.

Unas manos largas que cubran los dedos fríos heredados de nuestros abuelos.

Unos labios que cambien el aire helado por vapor tibio para la boca.

Dos ojos negros que acobarden al cielo (amenazante de lluvia).

Pelo largo que cobije y nos recuerde que no estamos solos en el filo de este otoño.



cid friolento

En país de tuertos, el ciego es rey

FARSA EN UN ACTO


PERSONAJES
Arcadia, 43 años.
Reinaldo, 48 años.


Una pareja de ciegos vagabundos está sentada en las escaleras que conducen a una iglesia. Reinaldo duerme recostado sobre el hombro de Arcadia. Ella agita insistentemente una brújula y se la lleva al oído. En lo alto del templo suenan ocho campanadas y Reinaldo despierta sobresaltado provocando que la brújula de Arcadia caiga al suelo.

ARCADIA: (Cubriéndose las orejas) ¡Lo perdí!

REINALDO: (Asustado) ¿Qué?

ARCADIA: (Con la palma de la mano tienta el suelo, recoge la brújula y se la coloca junto al oído) Ya no se escucha…

REINALDO: ¿Cuál perdimos? (Arcadia le acerca la brújula al oído)

ARCADIA: (Casi a punto de llorar) El único que nos quedaba: el norte.

REINALDO: (Concentrado) Efectivamente, ya no lo escucho.

Ambos personajes acercan el oído a la brújula y así se mantienen atentos un rato. Reinaldo da un gran bostezo y Arcadia se separa de él guardando la brújula en su bolso.

ARCADIA: (En tono trágico) Es horrible, ahora sólo nos tenemos a nosotros. (Histérica, tirando a Reinaldo de la camisa) Anda, dime algo…

REINALDO: (Murmurándole al oído) Tuve una pesadilla.

ARCADIA: (Imitando un tono infantil) ¿Y cómo fue?

REINALDO: Me encontraba en un bosque verde. En el horizonte se veía un repugnante arcoiris de colores.

ARCADIA: Oh, Dios mío… ¿De colores? (Asustada, se cubre la boca con las manos) ¿Todos juntos?

REINALDO: Como lo oyes, mujer. ¿Alguna vez has experimentado una visión así de horrible?

ARCADIA: (En un tono solemne, llevándose la mano al pecho) No: eres un valiente… ¿Qué sucedió después?

REINALDO: (Alzando la voz) De pronto… (Arcadia da un respingo) ¡apareció un campo lleno de flores!

ARCADIA: ¡Oh, flores! (Quitándose los lentes y cubriéndose los ojos)

REINALDO: Así es, casi me desmayo. ¡Fue verdaderamente espantoso! ¡No había ni un solo rincón oscuro! Todo era luz, color, armonía… Ni una… ni una sombra…

ARCADIA: ¡Hombre, me estás asustando!

REINALDO: Yo buscaba desesperado una covacha, algún hoyo al menos para hundir la cabeza, pero el sol, ese maldito sol…

ARCADIA: (Tapándose los oídos) ¡Ya cállate!

Arcadia saca nuevamente la brújula y la agita. Se pone de pie y da unos pasos hacia la derecha. Al detenerse intenta escuchar con la palma de la mano colocada sobre su oreja. Da unos pasos a la izquierda y hace lo mismo. Se sienta en su lugar. Bosteza y mira a todos lados.

ARCADIA: El hijo del sastre, el que vive a la vuelta de la casa, nació vidente. El pobre hombre aún no se consuela de semejante desgracia. Y para colmo…

REINALDO: (Corriegiéndola) No tenemos casa.

ARCADIA: ¡Es un decir, tonto! Así imagino que realmente tengo una. Es como… como… cuando dices: “gracias Dios mío”.

REINALDO: Ah, ya entiendo.

ARCADIA: Él ya es un hombre mayor y la mujer los abandonó cuando supo del defecto de su hijo. El niño jamás aprenderá el oficio: el pobrecito puede ver. Siempre será una carga para su padre, ¿no es cierto?

REINALDO: He sabido de locos que se miraron en un espejo y se convirtieron en filósofos. ¿Por qué alguien que desgraciadamente ve no habría de convertirse en sastre?

ARCADIA: Porque cualquiera puede alinear palabras en una hoja, pero un pantalón… por Dios, Rey, eso es algo realmente complicado.

REINALDO: (Rascándose la barbilla, parodiando el gesto de un filósofo) ¿Soportarías ver tu rostro en un espejo?

ARCADIA: (Indignada, mirándolo de soslayo) Óyeme… (Volteándole la cara por completo) Tienes una imaginación muy cruel.

REINALDO: (Exaltado, poniéndose de pie) Sí, imagina que todos pudiéramos ver. (Dejándose caer nuevamente en el asiento) ¡Qué aburrido!

ARCADIA: (Asustada, como si hubiera olvidado hacer algo) ¡Dios!, ¿en qué siglo estamos?

REINALDO: (Solemne) En el mejor.

ARCADIA: (Se queda pensativa un momento) Entonces estamos en el siglo de…

REINALDO: Del do it yourself…

ARCADIA: Del champú para la caspa…

REINALDO: Del… (Rascándose la cabeza y luego con un tono de cancioncilla) bara, bara, bara; no vea, no vea, no vea; compre, compre, compre…

ARCADIA: ¿Y qué país es éste?

REINALDO: (Solemne) También el mejor.

ARCADIA: Entonces estamos en el país…

REINALDO: (Se queda pensativo) No se me ocurre nada.

ARCADIA: En el país…

REINALDO: En el país…

ARCADIA: ¡De las maravillas!

REINALDO: Sí, sólo alguien que ve opinaría lo contrario.

ARCADIA: (Guarda silencio un momento y da un bostezo) ¿Sabes multiplicar?

REINALDO: No.

ARCADIA: ¿Cuatro por dos?

REINALDO: Ocho.

ARCADIA: ¿Dos por cuatro?

REINALDO: Ocho.

ARCADIA: Eres un inútil.

REINALDO: (Dando un respingo) Escucho algo.

ARCADIA: (Sacando la brújula) ¿Habrá regresado?

REINALDO: (Haciendo un ademán para escuchar) No, es un pájaro que canta.

ARCADIA: Los pájaros no existen, tonto.

REINALDO: Tienes razón. Es un pájaro.

ARCADIA: (Histérica, tirando al hombre de la camisa) ¿A dónde iremos?

REINALDO: (Tocándose el vientre) Tengo hambre.

ARCADIA: ¿Qué haremos?

REINALDO: Hace frío.

ARCADIA: ¿Quién velará por nosotros?

REINALDO: ¡Deja ya de quejarte!

ARCADIA: ¡Y tú deja de hacer preguntas tontas!

REINALDO: Estamos solos.

ARCADIA: Perdidos.

REINALDO: Propongo dormir.

ARCADIA: ¿Y si vuelves a tener una pesadilla?

REINALDO: Esta vez me las arreglaré para soñar con mujeres.

ARCADIA: ¿Y me serás infiel?

REINALDO: No. Sólo contigo.

ARCADIA: La realidad no necesita de nosotros (Se acomoda en el hombro de su compañero y éste a su vez en la cabeza de ella. Ambos dan un gran bostezo)

Suena una música suave. Cuando parece que han caído en un profundo sueño, se escucha el ruido de una ambulancia y llega un hombre vestido de blanco acompañado de un policía que señala a la pareja. El hombre de blanco carga un par de camisas de fuerza. Cuando los está despertando cae el telón.

Jonathan L.L.



Se me acaba la inspiración
solo me encuentro con el duelo
entre el cuerpo y la sensación,
eterno enfrentamiento del desconsuelo,

desconsuelo que se nutre de café
que jamás se prepara para tomar
pues es bebida que carece
de esencia y demencia para contemplar.

Se me acaba la punta del lápiz
en este tipo de versos impropios,
no termino por entender el tapiz
de pensamientos hondamente rotos,

son estos pequeños finales
de una vigilia prolongada
llegan y se van funerales
perpetuando sueños holgados.

El fin es esto y nada más,
tergiversar los desenlaces
inevitables que noches y días
disimulan los encuentros ancestrales,

eterno retorno al deseo
de que todo se acabe
sin saber del sincero
punto de partida que abre

y madrugo nómada nocturno
al crudísimo día de ser hombre
donde me doy cuenta que alguno
de estos papeles me derrumbe.

 

Haciendo a un lado el lenguaje

mágico de las palabras, ignorando

el efecto de la palabra, escogemos

movernos en el mundo abstracto

de las cosas, donde el hombre

no tiene historia sino naturaleza,

el símbolo no es parte del hombre,

más bien el sentido consume el

significado humano, la proporción

es emotiva a través del cristal en

donde  no se pueden ver las señales

de la realidad, son contradictorias,

no existe lógica ni razón, lo único

perceptible es la sensación.

 

Dentro de las diferencias hay

por supuesto similitudes, el hombre

y el animal, tú y yo, los demás

y los de menos, todo gira y gira,

todo sin cesar , con que placer

lo comprendes si en realidad no

sabemos que querer: ¡¿sueños?¡.

 

No se sabe si estructuramos

el lenguaje a través de formas

para entenderlo o desentenderlo,

o si los sueños son el lenguaje

onírico de la realidad, pero ni si

quiera se si esto que soy contiene

un poco de verdad, sólo te puedo

hablar del recuerdo del olvido,

de ante mano es a mal o a bien

sabido el placer de haberte conocido,

aun después de estar enterado de lo

que sucede al enamorado, fallece

irreconocible sin esperar sólo

aquello más allá de lo vivible, en ese

mundo donde nosotros somos todo,

llenamos por completo el espacio

y llegamos al lugar que nos conduce

al inconsciente en donde el sitio

no esta presente para los hombres

impacientes. 

       

D S

...

Alguna tarde te sorprendo alrededor mío,
exacta, circular, de latido pequeño,
como un anillo entrando en mi mano
o una humedad sonora que cae de pronto.
Alguna tarde tu vientre,
la nervadura salada de tu carne,
tu paciente amor por el agua
--esa taimada y líquida búsqueda de tu origen--
al papel de mi memoria regresan.

Bajo la cornisa de tu puerta, de pie,
enmarañado en la hiedra de mi pensamiento por ti,
contra un muro rendido,
me resguardo este día, muchacha, de la lluvia sin tu pelo.
Mi necesaria y acre vocación de Orfeo
me ha hecho perderte, otra vez, por mirar hacia atrás.
Alguna tarde esa puerta que es
memoria, lluvia sin aroma, vaho entre mis dedos,
no se abre y no apareces...
--entonces, muchacha, yo te aguardo, solo,
en el Infierno–.

J.L.L.

Amiga mía

Como una bombilla iluminada eres,
como loba dentro de su cueva me aguardas,
como reloj de arena te entregas.
Perfecta taumaturgia contra la soledad:
una noche sí por cuarenta no
es la ecuación precisa que nos salva del amor.

J.L.L.

LECCIÓN DE BAILE N°1 Aprenda a mover el esqueleto sin perder de vista la elección presidencial del 2006.

Ta- Ta- Tann, Ta- Ta- Tann, Ta- Ta- Tann... Uno, dos y arrastro...
Que gozo cuando en la complicidad del baile , ella entra al paso y tu sales, tu entras y ella sale, siempre con la confabulación de la música, siempre con el ritmo que es la poesía misma ya decía Paz.
Bailar es soñar con los pies dijo el poeta. Sin soñar mueres por sobredosis de realidad, tal vez se lo oí a alguien, tal vez lo digo yo.
En la cúspide de una salsa, en el arrebato de un son, con los aromas de ella y los chillidos del tacón, qué más quieres de la vida, qué hay por cobrar pendiente, que más.
Pero no todo es anarquía sabrá usted. Estamos los bien llamados troncos que necesitamos de las reglas, los pasos hechos por otros que sintieron sin pensar. Así somos algunos de faltos de sensibilidad. Por suerte hay unos que sienten por nosotros ya pensaremos nosotros por ellos, da igual. En el baile todos cabemos, hasta el paralítico se puso a bailar me cantó el otro día Compay.

Y que decir del gran baile electoral, ya se ven las lucecitas, el papel picado, el ponche, todo por comenzar. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación se declaró listo para la fiesta , sólo faltan los invitados que ya empiezan a lucir sus mejores garritas, ya andan haciendo puntos aquí y allá.
Así son las cosas, el sexenio pasado lo dominó el taconazo de la bota norteña que con el tiempo se fue deslustrando, aun a pesar de los intentos de boleada que representaron cada informe, se perdió el brillo. Y como no se iba a perder, si siguen 40 millones de mexicanos bailando con la más fea que es la pobreza, además de que el conflicto en Chiapas ya va para 2¨890,800 minutos y sigue sin arreglarse, lo que significa que se baila a destiempo, sin aceptar la diversidad de ritmos Y que decir de los presos políticos de la Cumbre y de los sorprendentes crecimientos económicos del 0 a 1 %. Pero bueno me dirán que hubo alternancia y que ya estamos maduros para el bailongo democrático. Quisiera agarrarle ritmo a esa idea, pero no sé por qué no puedo, nomás no.

Pero bueno, eso es pasado, seguro a usted le interesan los invitados al baile, quienes son, de donde vienen, qué ritmo se les da mejor?

Primero está el cumbiachero Obrador que...

Continuará

El epígrafe es consecuencia de un arrebato de ira racionalista

desde luego...como no, si es posible tener encuentros intraregionales con personas intrasupraretro melancolicas, aunque esto ofenda a todos aquellos familiares que gozan de plenitud con "mujeres" que les inciten a la emancipación individual, o mejor dicho a el enamoramiento.

hablo de aquellos que como yo en algunas acaciones nos sentimos dueños de la felicidad, prodigos de las sonrisas y palabrerias profundas, que en sierto sentido (el cual esta completamente perdido), se opta por unos labios cualesquiera que fuesen, que la boca permanente de la botella colectiva.

en hora buena disfrutemos las delicias de la femina, que las promesas de la eternidad obviamente aturden, acasionalmente resvalemos entre sus piernas y en los labios hagamos el amor...

dejemos que nos haga y que nos hagan cabrones.

d.s.

Y acabar luego en el barrio de las putas,

borrachos y felices,
excitados por esa fraternidad estúpida y ruidosa
que sólo los excursionistas
y algunos marines americanos
poseen.

Joaquin Sabina, De lo cantado y sus márgenes.

In memoriam aquella noche de setiembre.

Te ocurro

Ocurrir: lo que ocurre en una circunstancia natural dentro de las relaciones de causa y efecto en la realidad física.

Te ocurro: es decir, soy una causa tuya, soy, de pronto, tu consecuencia.

J.L.

Utopía

Si la gente común se uniera, comenzaría por incrementar el salario mínimo y disminuir los salarios veinte veces por encima del mínimo; si la gente común fuera bromista contrataría un abogado para abolir las patentes médicas y sentir su cuerpo por fin libre del mercado de la salud; si fuera común la gente siendo gente y no público, comprador o estadística, no permitiría una televisión a alto volumen, ni compraría productos de corporaciones como la Nestlé o Walt Disney que imponen políticas al gusto y la diversión como si trataran con monitos mecánicos; se haría budista, la gente común, para llevarle la contraria a los capos de la religión católica, colgaría al Peje en un gancho de acero, frente al Club de los Inocentes, y lo dejaría desangrarse como un mentiroso cerdo bajo piel de cordero redentor; a Madrazo y Elba Esther los mandaría a un show nocturno de travestis, putas y ventrílocuos en cualquier suburbio de la ciudad y quemaría las democracias modernas en aras de las democracias futuras; si la gente común despertara de su última compra, de su última libertad para elegir... eso sería una utopía.

J.L.L.

Si es verdad que los
únicos paraísos son
aquellos que se han perdido,
se como llamar a este algo
interno e inhumano,
hoy este emigrante retorna
a su patria y no como un
oriundo, sino totalmente
un extranjero, que extrañaba
todo pero nada de eso era
igual (como antes), sino
era absolutamente extraño.

Cuantas veces he esperado
una sonrisa aunque sea
la de un perro, me refiero
a una simple expresión
de la mirada espía del
silencio y cómplice de la
madrugada, que puede ser
el accesorio perfecto de
cualquier complemento del
implemento humano o
inhumano.

Absorto como nunca escucho
el ruido mímico de toda
la ciudad, eso me resulta
estruendoso, vaya que hoy
levante el cuerpo y el alma
con una extraña sensación a
desconcierto y renunciación,
no es que este huyendo de los
compromisos y excusas, empero
las desilusiones inexplicables
invadieron con el alba a este
cuerpo decrepito junto con su alma.

Fui por el encuentro de dolor
y no venías por allí.

Me sumergí en lo más hondo
de esta... para ver si, al fin, estabas.

Permanecías tan presente que no
pude verte, llore de forma tan
monótona como lo hacen el
Agua y el viento. Después
de pasar, después, solo queda
el desierto y la ilusión que
se desvanece.

Aparecen entonces las preguntas
a la luna escondida, y las cosas
inevitables de ese día del cual ya
tengo el recuerdo.

Saudade ni tú ni yo
estábamos en disposición
de encontrarnos.

D.S.

Ahora se llama Mónica

Ella teje y camina sin prisa;
a pasos lentos va su cadera
y con su aguja de agua
hilvana flores por las calles
con la basura que el otoño arrebola y patea.
Es hace tanto tiempo madre
en la orfandad de su hermana,
hermana en el desamparo de su padre,
que en su alma ya hay olvidos buenos
se los veo
bogándole al fondo de sus ojos
también buenos
también en calma.

Anda, ella anda,
ella camina sin prisa,
como ocultando agua entre las manos
en medio de una bullente acrópolis de sedientos.
Sus sueños son callados y claros,
son un amanecer visto
desde lo alto de un rascacielos
y sus pesadillas son
secretos hasta para ella,
flores de una lluvia ácida
que su pasado hace florecer.

Los hombres que la queremos
que la hemos querido
nos sentamos a su lado
porque nos gusta mirarla
mientras bebe té
o nos dice sí con sus manos.
Ella nos acaricia el rostro como a un niño
y entonces sus manos,
dos veces más pequeñas que las nuestras,
son diez veces más grandes.

Un día Mónica se fue a un país lejano.
Con ternura cansada de linotipista viejo
cegados por el amor al pasado
le llorábamos cartas y correos.

Cuando regreses, Mónica, cásate conmigo
le pedíamos todos.

Ella nos mandaba postales del mar
por única respuesta.
Se sentaba en las rocas
frente al Atlántico
y pensaba en su idioma moreno y hermético;
comenzaba por hablar con voz baja
de alegre intimidad,
y repasaba nombres de frutas
algodones de azúcar
trompo y papalote
y dulces de guayaba y sandía
hasta que nuevamente recuperaba los ojos
y el océano Atlántico
dejaba de ser un gran dulce de azafrán frío y azul.

Así era ella.
De mirar tanto el mar, a Mónica
se le llenaron los ojos, sus ojos, de cielo.

(un cielo interior limpio de estrellas
la acompañaba desde entonces).

Cuando regresó de aquel país todos la buscamos.
Le dimos una fiesta
en lo alto de un edificio
para que olvidara Lisboa
Londres
París
Italia
la perfumamos con ponche de granada
la sentamos en sillones de mimbre viejo
y le descubrimos otra vez
su ciudad empobrecida y miserable
paraíso de tantas infancias perdidas
(la de Mónica entre ellas).

Aquella noche unos le lloramos
nuestros amores
con boleros viejos
y poemas;
otros, con mirada de amor inválido
le decíamos te amo
mientras sentíamos una infinita tristeza
ante sus zapatos nuevos,
apenas creyendo que otra vez
estuvieras aquí,
en la ciudad de tu primer amor
le decíamos todos.

Entonces ella ya no respondió
con postales del mar.
Simplemente
no volvió
a responder.
Nos ocultó sus manos.

Nosotros,
ansiosos por prolongar nuestro amor
en otra mujer,
nos consolábamos diciendo
palabras extrañas
a nuestros diarios
o a los solitarios que nos
hacían compañía en los cafés,
o mientras veíamos sin ganas
un partido de fútbol
y decíamos:

no tiene nombre
ésa
la verdadera
la que buscamos
no tiene nombre
no es Mónica
pero ahora se llama Mónica
y tratábamos de olvidarla.

J. L.

05/08/2005
Anónimo
Seis, siete, tal vez ocho años de edad me separan de mis dos amigos que me acompañan en este jugueteo veloz con la muerte; quizá un instante para los espíritus siempre jóvenes e inmortales; quizá una eternidad para el espíritu senil que a veces cree haberlo visto todo.
Zaratustra, Zaratustra, intento en este momento supremo recordar tus palabras y evocar tus oídos siempre atentos a los corazones que aman al hombre. Aún sonrío, aún sueño, aún persevero, pero esta vejez prematura y esta melancolía perenne amenazan con lanzarme de cabeza desde el vehículo en movimiento.

Soneto de un bohemio trasnochado

la cárcel de su libertad un libro
y su corazón un alcohol febril
una encendida cera un dulce vibro
de pájaro y de vuelo y de un aire vil

un andar infinito entre papeles
infierno en hojas arremolinado
fatiga y alcohol por aranceles
en mujer y en libros aprisionado

al calor de la cerveza un charlatán
imaginando sueños y vencido
minotauro entre estrellas de celofán

en un bar entre eurídices infieles
patalea su relojito asido
a penas sin gloria ni laureles.

Otra vez, su seguro y ocioso servidor, Jonathan.

Nota Roja

Mi problema es que deseo un amor absoluto. La posesión de ella, la usurpación de su cuerpo, el adueñamiento de su voluntad es lo que quiero. La quiero fundir a mí, que pierda su rostro, sus ojos, su boca, toda su realidad exterior y que me pertenezca por completo. Esto es lo que quiero de ella, mutilar este pronombre e incorporarlo a mí, inundarla, llenarla, ser su continente, hacerla caminar por los caminos de mi sueño, envolverla, absorberla, desarticularla, adherir toda su humedad y su olor a mí, volverla corteza de mi piel, incubarla como un líquido en el río de mis venas, abastecerla, desaparecerla, serla.

Jonathan.

Antes de la tercera noche...

a Flavia

...me sofocaré en el hueco que tu cuerpo hizo en mi cama
me fumaré en una seca colosal, tus adolescentes arrugas
y el mal gusto de tu boca matutina desearé,
más que cualquier malevo a su bacana,
cual desierto mi boca un trago de agua

La sombra de tus manos morirá de un sol muy triste
porque la luz es parca, porque tu ausencia es mala

más la promesa que tus hombros nunca le hicieron a mis besos,
tu cintura a mi esperanza, o tus pechos y tu espíritu a mi manos
tal vez compensaré con un acto de fe, que tus ojos y su derredor
a forma de utopía, seducción y corazón
gravaron a mi pendeja y, hoy, desmontada mirada

sin ánimo de anónimo, Uc

A oídos del sur

Disculparás las líneas a malhora
Me perdonaré tu hueco al trago
Olvidaré este naufragio vago
Absolverás mi vacío en la aurora

Desde esta mi tierra color plomo
Con aires de urbe desarrollada
No seré extranjero boca callada
Rabia en cada esquina robo

De tangos milongas sones sufro
Del altiplano a la pampa desciendo
De cenizas furia restos te espero

Con lápiz de nostalgia se escribe
la noche la sangre penas mis venas
con el viejo desconsuelo por ti pibe.

cid a-rimado
Sobrío como un jornalero de Mc´Donalds y sin poderme sentir extranjero en mi tierra, que más da.

La noche es ya la que nos ha dejado mudos, la misma que alguna vez alas nos dio,
La ciudad a punto de comernos, de hacernos adoquín,
Así la noche y la ciudad sin licor, fresco nublado sin ajedrez,
Así con el hastío de estos días, la nostalgía de aquellos otros y la promesa de los que vendrán.
Hoy muero sin París ni aguacero, hoy muero acompañado.